Las Fiestas Aracelitanas declaradas de Interés turístico Nacional, son sin duda alguna junto a la Semana Santa, una de las tradiciones más arraigadas y populares de Lucena.
El origen de las Fiestas Aracelitanas radica en la llegada desde Roma a Lucena, en 1562, de la imagen de María Santísima de Araceli. Cuenta la tradición que el entonces Marqués de Comares, don Luís Fernández de Córdoba, recorriendo los templos de la Ciudad eterna, quedó prendado de la advocación titular de la basílica franciscana de Araceli y quiso traer a la ciudad cabecera de sus señoríos una imagen con el mismo título.
Un antiguo y piadoso relato refiere que al llegar la comitiva del marqués a las proximidades de Lucena, una terrible tempestad espantó a las caballerías, entre ellas la que portaba la caja donde se guardaba la imagen, perdiéndose en la espesura de la sierra de Aras. Al día siguiente, se halló el animal con su preciada carga en la cima del monte.
Entendiéndose este hecho como un designio divino, se construyó allí una ermita, convertida más tarde en santuario.
Las Fiestas Aracelitanas que desde el siglo XVI se celebran el primer domingo de mayo, trascienden a gran parte de Andalucía y constituyen el punto culminante del año festivo en Lucena.
El penúltimo domingo de abril se celebra la romería de bajada de la imagen de Nuestra Señora de Araceli desde su santuario a la ciudad.
La mañana festiva se abre con el amanecer, cuando una auténtica multitud de devotos se encaminan hacia la cumbre de la sierra de Aras, a la búsqueda de la patrona.
A las tres en punto de la tarde, con la Virgen vestida de Pastora en sus andas de plata a hombros de sus santeros, en medio del fervor de miles de romeros, se inicia el camino que primero por un agreste paisaje y luego en medio de un mar de olivares, trasladará la venerada imagen a Lucena.
La recepción oficial de la Señora, tiene lugar a las siete en punto de la tarde, en el lugar conocido como Puerta de la Mina. Allí, con las autoridades, el clero, la aracelitana mayor y su corte de damas, se agolpa el pueblo en masa que acompañará a la Virgen, en medio de vítores, música y salvas de cohetes, por las calles de Lucena, hasta dejarla instalada en el soberbio presbiterio de la parroquia mayor de San Mateo, cantándose en ese momento por la Coral Lucentina una solemne salve y el himno aracelitano compuesto en 1948, año de la coronación canónica de esta bellísima imagen, por el maestro Aramburu, sobre letra de José María Pemán.
En la noche del viernes anterior al primer domingo de mayo, dan comienzo las fiestas con la proclamación de la aracelitana mayor y su corte de damas, y el acto literario del pregón. Desde hace ya cinco décadas, los más prestigiosos oradores han ensalzado a la patrona de Lucena y del Campo Andaluz y con ello a Lucena, a su historia y a sus gentes.
La Ofrenda de Flores es uno de los actos más hermosos de los que se celebran en las Fiestas Aracelitanas. Esta ingente manifestación de fe y devoción popular tiene lugar el sábado previo al primer domingo de mayo, iniciándose en el Paseo de Rojas. Concurren representaciones de todas las instituciones, asociaciones, cofradías, aracelitana mayor y su corte, ataviadas con su traje típico, Real Archicofradía y corporación municipal, junto a miles de personas que a título particular llevan sus flores a la Patrona de Lucena.
El Día de la Virgen, el primer domingo de mayo, festividad de la Virgen de Araceli, tras un alegre y estruendosa diana, a la hora del ángelus da comienzo la solemne función religiosa en honor de la patrona, con una eucaristía en la que la Coral Lucentina interpreta la bellísima “Misa del Campo Andaluz”, obra del compositor local Antonio Villa ÿlvarez de Sotomayor.
A las seis de la tarde, colocada ya la venerada imagen en su trono barroco, se abre al pueblo la parroquia mayor, a la espera de la salida procesional, que se lleva a cabo a las ocho. A hombros de los santeros, la procesión discurre por las principales calles y plazas de la ciudad, este día convertido en punto de encuentro espiritual de toda una amplísima comarca y de infinidad de lucentinos ausentes que regresan al encuentro con sus más profundas raíces.
Después de un triunfal y devoto recorrido, la procesión hace su entrada en la Plaza Nueva a las 11,30 de la noche, iniciándose una brillante función de fuegos artificiales. Majestuosamente, el paso de la patrona se acerca al templo entre el fragor del estallido de miles de cohetes y tracas como ofrenda de fuego a la Santísima Virgen.
El primer domingo de junio, la romería de subida al santuario de Aras pone el punto final a las fiestas.
La noche del sábado anterior a la romería, con la Virgen ya en sus andas de plata, se celebra una emotiva eucaristía de despedida, a las 7,30 del domingo, tras la misa de romeros, la procesión inicia el regreso a la santa casa aracelitana, seguida de caballistas y carrozas bellamente adornadas. Tras la despedida oficial, es el pueblo quien toma las andas y emprende el camino de regreso hacia la cumbre, a la que se llega tres el mediodía.
En su santuario, con uno de los más hermosos paisajes de España a sus pies, los romeros despedirán a la Patrona y la dejarán señoreando el campo andaluz desde la riqueza barroca de su camarín.
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