Al sur del casco urbano se alza, austera y blanca, la Parroquia de la Inmaculada Concepción, con modesto campanario.
El templo data del siglo XV y fue reformado en el XVIII, y destaca por sus hermosos pilares del arco triunfal, labrados en piedra con pilastras cajeadas en sus frentes.
Conserva dos tablas de inspiración renacentista, situadas en el presbiterio, que representan a San Sebastián sagitado y a Santa Irene portando el ungüento curativo.
Se cree que pertenecieron a uno de los primeros retablos que poseyó la Parroquia y que se salvó de la destrucción de la Guerra Civil de 1936.